miércoles, 28 de marzo de 2012

EL DOLOR

EL DOLOR
Tengo pena, tengo un dolor que me destroza, si, es por un perro, pero según pienso y decía san Francisco de Asís, un hermano menor que tenia que proteger y cuidar, y lo reconozco, lo hice mal, tan mal que murió con mi permiso.
Pero como de todo lo que me sucede en la vida,  trato de recapacitar y aportar algo positivo, me ha dado por pensar y reclamar. Ser veterinario es una carrera de las difíciles para hacer, pero además de un  buen reporte económico, se trata con pacientes que no se pueden defender, al igual que los forenses, si te equivocas no hay reclamaciones, y si los sentimientos y emociones has logrado encapsularlos, algo usual y recomendable en todo lo que se refiere a la  medicina, no hay problema, mueren pero yo no soy responsable de nada, a dormir y otro cliente llegara.
Lamento reconocerlo, pero  el engaño es algo permisible, trae comida, dicen, creándote una esperanza de que se va a recuperar, porque tu no sabes nada, tus estudios y profesión es otra, y corres a llevar lo que te piden para tu mascota, que crueldad, ¡no! es falso, no es una mascota, es un ser vivo que convive contigo que te quiere a su manera, en este caso perruna, y al que tu también quieres.
Soy claramente demasiado sensible, o quizás no, soy capaz de amar, algo  que  quizás no esta al alcance de todos. Nunca entenderé como se puede vivir tranquilo con la muerte como premio.
Un animal, no lo puede ser literalmente cuando eres veterinario. Son tus pacientes, y que salgan adelante es tu obligación.
Los errores no son algo permisible en este ámbito, te puedes equivocar montando una mesa, o un reloj, pero con personas o animales. No me canso de repetir nuestros hermanos menores; merecen consideración y respeto, el compromiso que adquiriste al estudiar una determinada carrera que trataba con seres vivos.
Me destroza el dolor de la excesiva confianza, de pensar que mi error término con la muerte de un perrito que en realidad era un ángel, que no se merecía ese final.
Recuerdo sus últimos momentos, sus ojos claros repletos de amor,  no lo supe entender pero era su despedida, lamidas y mas lamidas, yo suplicándole que aguantase, que no me dejara. Nuestras miradas fijas la una en la otra.
Murió, me lo arrebataron con muchos años de vida por delante. Mi NAVAR, mi niño, nunca me perdonare permitir que te quitasen la vida. Siempre estarás en mi corazón. Te ruego que me ayudes a no volver a sufrir por la falta de sentimientos de quienes te tenían que cuidar.


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